Hola, creo que ya es mi cumpleaños. Estoy estudiando cosas aleatorias de neurología y escuchando canciones de Emilie Autumn porque no puedo dormir hasta que venga Javier de la casa de su mamá. No espero que nadie me salude a esta hora o mañana porque por lo general, exceptuando mis padres, las pocas personas que me conocen creen que cumplo años el 25, y otras simplemente se olvidan, como mi novio. Ni siquiera yo le doy mucha relevancia a mi cumpleaños, así que nada me molesta.
De todas formas este mes fue único y especial sólo por el hecho de que pude ver a HIM en vivo. Fui feliz. Pude ver a una de mis bandas favoritas después de casi diez años de espera. Aún recuerdo que hace dos o tres años me resigné a que nunca vendrían o que alguno se moriría antes, pero vinieron, y los vi, y casi me asfixio bajo el brazo de un gordo pero luché para verlos lo más cerca y claro posible. Lloré, canté, lloré cantando, transpiré más que en un sauna, pero todo valió la pena, incluso viajar sola con desconocidos durante 12 horas para llegar a Buenos Aires y asistir al recital de los creadores de las canciones que considero el soundtrack de mi vida (Aunque hubiese muerto sólo para que tocaran un poquito de una canción de Screamworks).
De alguna forma, por ser el mes de mi cumpleaños, ese recital fue como un regalo excepcional. Además (dejando de lado el problema con la señorita de cabello rosa), la banda está funcionando muy bien y espero que en dos meses comencemos a salir al escenario, aunque sea en el Abasto 44 o un barcito hippie random, me conformo con todo.
(ignoren el brazo y la mala calidad de la cámara de mi teléfono)
Con este post me despido del blog. He pasado la costumbre de escribir mis memorias a un diario de papel.
Pero como el tiempo no existe y estamos en un ciclo continuo dividido en varias dimensiones, quizá me vean por aquí cuando, en alguna de esas esferas, mis pies toquen un escalón mucho más alto. Hasta entonces.